Se venía el primer fin de semana del año y había que decididamente algo que no fuera a) quedarse viendo tele desparramado en el sillón del living, b) lo mismo pero comiendo unas papas fritas o chocolates, c) haciendo el aseo a lo Elvira, d) ordenando libros para finalmente decidir dejarlos donde mismo, e) inventándose otra crisis hipocondríaca.
Así que cuando Rodríguez, durante la celebración del año nuevo me dió el abrazo del oso (¿es lo que pienso o para variar tiene otras connotaciones?) y me arrancó la promesa de ir a la fiesta de los ídem (abrazos, no osos, idiota), pensé que sería un poderoso amuleto para el año.
Así que mientras los choferes de la quinta región y sus allegados protestaban por el cambio del sistema, yo marchaba carmelísticamente a la capital. Mochila al hombro, con más esperanzas que expectativas, tomé el Pullman, el metro y llegué al parque O'Higgins.
El lugar (la metroestación, realmente) trae recuerdos ya que hace unos diez años trabajé durante un verano para un tío en su venta de neumáticos y baterías. ¿Recuerdos? Bueno, la asamblea más grande de pulgas que jamás haya visto en la pierna de mi pantalón, lleno ya de hoyos producidos por al ácido de batería que le saltaba mañana y tarde. Lo sombrío y gris que es santiago(este par de adjetivos deben ser una de las frases hechas menos originales nunca jamás escritas... Otras podrían ser "Es una fiesta de la democracia" dicho por un político ante cualquier mierda que tenga caracter conglomeratricio y a los medios presentes. Otra puede ser "estábamos justo hablando de tu propuesta" que llega casi al nivel de la clásica "voy a comprar cigarrillos, siendo la segunda más íntegra porque no quiere pasar por mierda buena onda... es simplemente una huída). Otro recuerdo es las idas y venidas en metro al centro a hacer los depósitos y las escapadas a San Diego donde ese viejo que vendía unos pocket books increíbles. Recuerdo los que compré (casi la mitad de lo que gané ese mes fue a dar allá) y los que no.
Pero volvamos al momento en que Carmelo llega a la ciudad...
A medida que bajaba la escalera mecánica en la metroestación, pude divisar a Rodríguez con una lola. Imagino que la Jenny, la amiga del Lucho, respiró aliviada al ver que el tipo del que le habían hablado tanto no era el melenudo metalero que iba delante mío.
Rodríguez Jenny
¿Qué decir de la Fiesta de los Abrazos sin arriesgar una temporada en el Gulag o una en Siberia con los osos polares o ambas porque probablemente quedan donde mismo o una en la otra? Bueno, huelga decir que es una fiesta linda, como un viaje al pasado que podríamos definir (usando vocablos de diseñador con presupuesto pero poca originalidad) como
vintage, algo viejo, pero bonito y sumamente ondero.
El asunto fue que de entradita ya me llegó el espíritu contradictorio (Vive le humane contradiction!) de nuestra ocasión. Me acerco a un bolichito al lado de la reja que rodea la festividad y una señora de apariencia respetabilísima, muy a-la-Gladys, me dice en tono parco, pero no agresivo: "Son mil quinientos pesos, compañero". ¿Hay un resumen más patente y efectivo de lo que es la izquierda hoy en día? Bueno, tal vez los mocasines de cuero del compañero partidista en "Martín Romaña": qué más cercano al pueblo que alguien te mire la cara y con todo respeto te meta al mano al bolsillo... Hay huemules y cóndores en el escudo, no?
Una vez dentro del recinto, era como invadir una combinación bien rara entre Kermesse de un colegio bien grande y lana a rabiar (lana de alpaca) que se llamara... ponte, "Fidel", "Venceremos", "Buena Vista Social Club", "Montecristo" o llanamente "República de Cuba", con una procesión atea y militante auspiciada por una revista llamada "Revolución"... digamos.
Bueno, el asunto es que desde el principio la atmósfera en el lugar era increíble. Había un "compañerismo" entre desconocidos que era francamente notable. Si hasta me daban ganas de fumar habanos, tomar ron y comer frejoles hasta reventar. Bueno,lo del ron sería igual incluso so Fidel fuera dueño de McDonalds.
Para qué hablar émulo de Collodi y de cómo se hablaba de él. El Gusano, el viejo de mierda y la c... sumadre, el tirano, el dictador, el que-te-jedi, etc. Pienso que la memoria de Pinochet va a lamentablemente mantenerse viva por demasiado tiempo y no gracias precisamente a las viejas ridículas que andan quebrando vitrinas. No se culpe a nadie... Bueno, la cosa es que incluso la Lucía si fuera allá, seguramente saldría mascullando contra un viejo de mierda llamado López para, sólo al llegar a su casa, ya con el pijama y el pañal puesto, parar la risa y darse cuenta de quién hablaban estos comunachos.
Ya... después sigo. Es muy tarde y el cerebro no da.
Temas por tratar:los porotos negros
el flea-market a mano alzada
Tommy cantando papel en mano
Tomatera nocturna y recuerdos de mujeres americanas (no gringas claro)
Eduardo y los mini-fideles
Gastón, gran master