Monday, January 01, 2007

Feliz Año Nuevo

Bueno, el año no iba a partir demasiado promisorio, lo cual, para ser honestos, lo hacía el setting bastante parecido a partidas anteriores . Si bien, era importante que por fin me pusiera de acuerdo con mi hermano para esperar el 2007 juntos carreteando por primera vez (increíble que aún haya primeras veces), la verdad es que ambos fuimos a lo que nos diera la olla, con una botella de ron y coca en la mochila y ganas de que el asunto funcionara. Ya habíamos tratado de hacerlo años atrás, pero me las tuve que dar de enfermero con una ex a medio intoxicar y dejar al loco botado 20 minutos antes de las doce. Al final, a la mina se la tragó la historia y mi hermano se encargó por la eternidad y un día de recordarme que había puesto a una loca antes que a la sangre. Por lo mismo, el 31 era una ocasión trascendente.
Fuimos a un par de miradores: Atkins y Gervasoni. El Gervasoni, que aseguraba buena visión (lo que aseguraba buenas fotos para el Zócalo www.elzocalo.cl y el flog del Jorge), estaba lleno y no había tanta onda como yo esperaba. Apareció una vieja igualita a la Bachelet y un viejo con lentes gigantes la revolvía, pero nunca tanto como para considerarlo memorable. Se estaba pasando a caca el carrete...
En eso, llaman Mischa Díaz y Lucho Rodriguez. Están en Errázuriz. No me cuesta demasiado convencernos que hay que bajar, al plan: hay que ir donde las papas realmente van a quemar.



El Mischa y el Lucho estaban, junto al "Marco Antonio Solis", donde prometieron (frente al Cielo) y fue toda una experiencia. Tallas iban y tallas venían. Las cagó. Hubo un espíritu de camaradería y comunión humana como no había sentido en ene tiempo. Es que tipos como Rodríguez y Díaz son un tesoro que hay que cuidar. hay en ellos un zest for life que los lleva a vivir el momento sin cuestionamientos, sin hipocondria, sin elaboraciones que entorpezcan el seize the day. Son genios del arte de vivir, pero no de esos que llenan curriculum: no hay vestimenta premeditada, actitud comprada o el alambicamiento que veo en la gente alrededor. Los admiro ene por ser de verdad. No sé si alguna vez se los he dicho.
El asunto es que empezamos a sociabilizar con la gente alrededor nuestro y los contagiamos con nuestra propia y ruidosa alegría. No sé si ellos, pero yo estaba contento debido a algo muy simple: comenzaba el año con la pata derecha, rodeado de gente querida que me quería y aceptaba. Y era algo que se respiraba. Todos en la misma. Son momentos en que uno entiende lo que pasa en los estadios antes que los tontitos empiecen a destrozar.
El gran momento que llegó a su climax cuando nos damos cuenta que hay un borrachín botado a escasos metros frente a nosotros. La gente empieza a dejar botellas alrededor del viejo que no se da cuenta porque ya que, a las 11 pasadas, está moto. Para darle más emoción, apilamos más botellas aún y empezamos a darle un aire de animita al viejo. Le cantamos, le bailamos, vitoreamos; la gente que pasa entra en el juego, rendo nerviosos pero absolutamente cómplices. Le sacamos fotos y la gente empieza a hacer lo mismo. Era como dirigir una orquesta o dirigir una coreografía de lo cosmicómico. La expectativa de ver qué se nos ocurría en el próximo par de segundos y si podríamos hacerlo.


Por supuesto que en algún momento llegó la ley. Su gran intervención fue sacar al viejo de la calle y su montón de botellas... para dejarlo tres metros más allá, apoyado en una palmera del bandejón. Mataron la mística, pero probablemente le evitaron un par de cortes al pobre viejo.


Bueno, entremedio, hubo copas, celebración y...tatatatán... los fuegos, que se demoraron en empezar, no así las rechiflas. Y que qué había pasado. Que si la Reginato había tomado mucha champaña, que si el presupuesto se lo había tragado la gente de Chiledeportes (Chilerecortes). Sonaba un petardo a lo lejos y no faltaba el jocoso que decía "Bueno, eso serñia todo... a despejar la calle, por favor..." Una vez terminados los fuegos, los abrazos a los desconocidos de siempre, la sed eterna, el ver qué hacíamos, que no podemos ir a tal lado porque estamos enojados con fulano y que sutano se había ido al sur, que quién cresta se va al sur cuando Viña la lleva ("Viña, Ciudaaad bella" empezamos a cantar...). En medio del jolgorio, el convidado de piedra, Marco Antonio, abre el último paquete de papas fritas por abajo y se caen en cascada todas las crujientes. Empiezan las recriminaciones que terminan en insultos al perpetrador y carcajadas por granel.
Copete.
Había sed así que nos dirigimos al sector de subida Ecuador a comprar sus tontas libaciones. Hicimos las "moneas", que es un ritual que nunca cambia. Entre Jüng y Nietzche se soban las manos mientras negociamos quién pone cuánto. La negociación es siempre afable y relajada, nunca peleando por quién pone más o menos o sacando calculadora de la cartuchera como si elmomento fuera un Far West del mal gusto. Para este grupo de caballeros sin armadura, hay rules of engagement que se respetan ante todo.
Es así que los caballeros, que han dejado sus monturas en un lugar que no quiero recordar (o ya no podía por razones etílicamente justificadas), se dirigen a la Plaza pública (léase Aníbal Pinto) cuando notan una ausencia. Marco Antonio, el ídolo AM, ha desaparecido en la lontananza y, cual Shane en la película homónima, nunca sabremos si iba ya muerto sobre su caballo.
Plaza llena de gente a más no poder. Me imaginaba el metro en Japón y los tipos con esos palos para arrear a los niponitos. No puedo negar que la imagen era inquietante.
La cosa es que hubo un momento de epifanía. De entre la multitud se empezaban a vislumbrar féminas hermosas, "como un sol" si seguimos la usanza de Rodríguez. Una chica linda tras otra. Me sentí, por un instante, un Ezra Pound cualquiera oteando caras bellas saliendo del metro de Paris y escribiendo su haiku inmortal.
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Pues bien, Mischa había prometido la llegada de féminas, que se tradujeron en la aparición de "la Jueza", guapa amiga de nuestro héroe que seguramente terminó la celebración bailando en La Máscara con su caballero.
Eran las cuatro y a mí me dió sueño, pero fue una buena celebración. Pero esa es harina de otro costal y seguramente de otra entrada.
Sólo queda por esperar que sea un buen 2007.



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