Friday, February 08, 2008

Sightseeing

El viaje se torna otra de la curriculares obsesiones de nuestra sociedad actual. Claro, si no se ha realizado el movimiento (o al menos su promesa), tus vacaciones, en cierta manera se vuelven rápidamente añejas incluso antes de empezarlas. El comentario de nuestro interlocutor al contarle que no planeas (generalmente por falta de auspicio) viajar será un suspiro reprimido (ah...) con alguna conjunción adversativa (un "pero" apresurado) presentando alguna ventaja de estar varado en el mismo lugar de siempre ("igual puedes descansar", "al menos no te vas a encontrar con tanto argentino" o "a mí tampoco me gusta mucho la playa") aunque su fuero interno esté pateando por decir "ésas no son vacaciones... de qué me hablas". Por supuesto, dicho viaje, incluso en caso de realizarlo, no es tal si no proveo una batería de imágenes del tipo "Yo estuve allí" muy en el espíritu de sacarse fotos con alguien famoso. Y es que la palabra vale tan poco y una imagen, en estos tiempos recesivos de la verbalidad, sí equivale a mil o muchas más palabras. Puede que tus vacaciones hayan sido una asco ya sea por la humedad, el calor, el shock cultural, etc. pero si aparezco feliz en la foto con el fondo de Machu Picchu o la torre Eiffel, el Calle-Calle o La Portada el asunto está bien.

Pues bien, no tengo fotos lo cual no significa absolutamente nada ya que su contextualización dependería directamente de la consecuencia/coherencia que ella tuviera con mi discurso. Por lo mismo, más vale que no muestre nada.

Mi corto viaje a la capital durante mis aún más cortas vacaciones me demostró exactamente esa dicotomía imagen/contenido. Que no hay que viajar muy lejos para descubrir y descubrirse. Por supuesto que no en el sentido (ca)lato de la palabra, sino que en el ver que cosas sencillas de las que no te sentías capaz son factibles y otras aún más pedestres son, por el momento, insalvables.
Me tocó hablar- tener de esas conversaciones que reverberan por mucho tiempo después en el alma - con tres amigos. En más de un caso ni siquiera hubo muchas palabras y aún así siento que los conocí un poco más y me dí cuenta que uno tiende a estereotipar incluso a los que cree conocer a fondo. Ví desorientación donde se suponía había más certeza, ví inquietud en lo que juzgaba un mar de calma, pero también ví seguridad y aplomo donde había visto duda y desconcierto, y una belleza total donde sólo había visto chispas.
Me respaldo en Emily Dickinson para decir que el viaje, y esto seguro que ya lo han dicho miles antes, es un estado mental, y está en uno ser un simple turista o un viajero:

I never saw a moor,
I never saw the sea;
Yet know I how the heather looks,
And what a wave must be.

I never spoke with God,
Nor visited in heaven;
Yet certain am I of the spot
As if the chart were given.



Emily, que viajó incluso menos que yo, dixit.

Monday, February 04, 2008

Descubrimientos

Aún con el tuto acumulado, vienen imágenes y sensaciones a la mente y otros destinos. Lo primero, hay que decirlo, es que el calor en la capital es una porquería: inescapable, desagradable, pegajoso y agobiante. El Transantiago me está tramitando con 2 lucas y me lo caminé todo. Ahora lo bueno: ví a mis amigos y me sorprendieron no sólo con su amabilidad y acogida, sino que más con lo cambiados, lo crecido que están y la cabalidad de su visión. Fue bueno y, en un caso en particular, una sorpresa que me pilló con la guardia baja. De eso, en otra entrega.