El cuerpo en contra
Salí, entre otras cosas, a bailar el último sábado y la verdad es que hubo mucho de decepción en esta nueva intentona de rememorar las jornadas de ataño en las que se tomaba y movía el esqueleto hasta después que las mesas fueran limpiadas y las botellas vacías retiradas. Ahora, como que se sentían los cigarrillos y el vino en el cuerpo, que por mucha gradación que tuviera, no lograba conservar el calor en el mismo.
Eran las tres de la mañana y se me ocurre hacer la pregunta clave a mis comparsas de fiesta: ¿Tienen sueño chiquillos? La respuesta, evasiva en un comienzo, fue claramente que sí y que más valía la pena partir. Igual, en un comienzo, me dió rabia, pero luego, la verdad sea dicha, me sentí traicionado por un sentimiento de acuerdo con la decisión. Por una parte, quería quedarme y sacarle a la noche su promesa de éxtasis experiencial que no había entregado aún, pero por otro lado, sabía que mi biología no me secundaría por mucho.
La vuelta, entre una espera de micro de 20 min. en un clima que amenazaba con llover en cualquier momento, y el bus que se fue gondoleando por la vida, me hizo pensar que todo lo visto (entre ello, el destaclable restaurant bar "La Cava del Mar" frente al parque Italia y la no tan buena película de Los Simpsons) se quedaba simplemente en la portada.
¿Es el hecho de no ser tan joven una prohibición de vivir experiencias de descubrimiento y maravilla? No, pero el cultivo de mañas y tics de todo tipo nos lleva a calibrar lo que es disfrutar y dejar fuera muchas de ellas con un gran "pero". Y es que ya no somos tan simples, no somos tan salvajes, no somos tan... jóvenes.
Eran las tres de la mañana y se me ocurre hacer la pregunta clave a mis comparsas de fiesta: ¿Tienen sueño chiquillos? La respuesta, evasiva en un comienzo, fue claramente que sí y que más valía la pena partir. Igual, en un comienzo, me dió rabia, pero luego, la verdad sea dicha, me sentí traicionado por un sentimiento de acuerdo con la decisión. Por una parte, quería quedarme y sacarle a la noche su promesa de éxtasis experiencial que no había entregado aún, pero por otro lado, sabía que mi biología no me secundaría por mucho.
La vuelta, entre una espera de micro de 20 min. en un clima que amenazaba con llover en cualquier momento, y el bus que se fue gondoleando por la vida, me hizo pensar que todo lo visto (entre ello, el destaclable restaurant bar "La Cava del Mar" frente al parque Italia y la no tan buena película de Los Simpsons) se quedaba simplemente en la portada.
¿Es el hecho de no ser tan joven una prohibición de vivir experiencias de descubrimiento y maravilla? No, pero el cultivo de mañas y tics de todo tipo nos lleva a calibrar lo que es disfrutar y dejar fuera muchas de ellas con un gran "pero". Y es que ya no somos tan simples, no somos tan salvajes, no somos tan... jóvenes.
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